Un año, doce meses, y trecientos sesenta y cinco días... y cada vez
más enamorada de ti. Eres precioso. Eres mi mundo.
Es como una rosa rodeada de sus espinas. Siempre paso a su
alrededor y le miro en el recreo, me imagino como sería pasear con él de la
mano, quiero abrazarlo pero tengo miedo a pincharme. Un día estaba harta de
esperar, ya era hora de liberar mis sentimientos. Observándole, me acerqué y le
abracé. Sí... me pinché y sangré, pero en ese momento no me importó porque supe
que mereció la pena, porque tuve a las personas que más quería cerca, me olvidé
del dolor y de la amarga tristeza.
Me miras con tus ojos castaños del color del chocolate y esa
sonrisa que me hace perder la conciencia... y yo te miro y me pregunto ¿cómo
haces para que no deje de pensar en ti? Es tenerte tan cerca y a la vez tan
lejos... y no poder decirte las valiosas palabras “te amo”.
Es ahí, justo cuando te das cuenta que las cosas solo pasan una
vez. Y es ahí, cuando aprendí que era una más entre un millón, una más a la que
decías “te quiero”... solo una más.
Hay momentos en los que miras atrás y no sabes exactamente qué
pasó, solo sabes que desde ese instante nada volverá a ser lo mismo.
Esther Arroyo
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