Os presento el relato que Daria presentó al Concurso de cuentos sobre la Igualdad. ¡Menuda ratoncita!
La
ratoncita Pérez
La ratoncita Pérez es una ratona muy presumida, pero muy
mala. Cuando a un niño se le cae un diente, ella no lo recoge y no le deja un
regalo debajo de la almohada. Entonces los niños se entristecen y dejan de
creer en ella.
Las guardianas de la cueva donde vive nuestra
protagonista, son ratoncitas como ella, se sienten muy desdichadas porque no
pueden hacer perlas con los dientes, ya que la ratoncita Pérez ya no quiere
salir a buscarlos. Ellas no pueden hacer el trabajo de nuestra ratoncita porque
Pérez no las deja. Solo les dice que se vayan al bar y se tomen una cervezas
bien frías y una tapas de un buen queso fresco de Burgos.
Un día la ratoncita fue a una casa pero, no por la noche,
sino por la mañana, justo antes de que saliera el sol y todos los niños, en
concreto cuatro niños y una niña, estaban ya apunto de despertarse. Cuando
llegó a la puerta, entró por la perrera y se encontró en frente de un galgo muy
enfadado. Ella, asustada, echó a correr hacia la cocina donde se vio atrapada
entre las patas de las sillas; le hizo un regate al perro y salió
silenciosamente hacia unas escaleras muy largas que parecían no tener final.
Después de un rato sintió, detrás de ella, un fuerte sonido. Sin girarse,
corrió hacia la izquierda, donde se topó con un gato blanco de ojos verdes.
Nuestra ratoncita pasó por debajo del felino y se escondió debajo de un sillón,
creyendo que no la iba a alcanzar pero, creyó mal, el gato olió su perfume de
queso y lo siguió hasta casi pillarla con sus uñas. La ratoncita se percató de
la gravedad de la situación y decidió subir las escaleras interminables. Empezó
a subir escalón a escalón. Cuando llegó al final, la visión de lo que estaba
ante la puerta le pareció enormemente bonita. Aquella estancia tenía siete puertas
y cada una de ellas llevaba a un lugar diferente, pero ella buscaba la
habitación de la única niña de la casa.
Empezó por la puerta de la derecha. Esa puerta daba a una
gran sala de juegos que debía pertenecer a los cinco niños. Salió corriendo hacia
la siguiente puerta, detrás de ella había una habitación de color negro, que
pertenecía a uno de los hermanos que se llamaba Carlos. Pérez, muy decidida,
siguió buscando la habitación, entró en la siguiente, esa habitación era verde
y muy grande, era de Álvaro y no parecía la de la niña, por lo tanto, siguió
buscando. La siguiente era de color azul y el dueño se llamaba Pablo, y tampoco
parecía la de la niña. Siguió buscando, aún le quedaban cuatro puertas por
visitar y no sabía cuál sería la habitación de la niña. La ratoncita entró
desesperada en la siguiente. Esa era de color amarillo y en el fondo de ella se
leía en un cartel el nombre de Guillermo; tampoco era esa la habitación. La
ratoncita siguió con la búsqueda. En la siguiente habitación había una cama muy
grande. La habitación era de color blanco y, por supuesto, no era de la niña.
Le quedaba una última puerta. Ella sabía que tenía que
ser de la niña y se dirigió hacia su entrada pero en ese instante escuchó un
ruido que se acercaba. Se sentó en el suelo junto a la puerta y vio como el
gato y el perro subían tranquilamente por las escaleras. Entonces se levantó y
entró en la habitación, pegó su espalda a la puerta con todas sus fuerzas
tratando de sujetarla. Esa habitación era la correcta. Según iba andando, los
reflejos del diente de la niña le dejaban sin visión. Pérez subió rápidamente a
la cama, lo cogió y dejó bajo la almohada el regalito que tanto le había
costado traer. Finalmente, saltó por la ventana, justo cuando el perro entraba
por la puerta, se había salvado por unos instantes. Pérez salió al jardín, se
guardó el diente y se fue corriendo a su cueva.
Cuando llegó todas las guardianas la estaban aplaudiendo,
una de las ratoncitas dio un paso hacia delante y la dijo que en honor de todas
que estaban muy contentas de que hubiese ido a por el diente. Pérez les
contestó que ella se sentía muy bien consigo misma a pesar del cansancio que
tenía y que a partir de ese momento todos los dientes los iba a recoger ella
sin ningún problema. Todas se fueron al bar a celebrar que la ratoncita Pérez
volvía a ser quien era desde ese día.
Daria
Sánchez-Seco